Se fundamenta en “Las Sagradas Escrituras”, cree y practica la siguiente declaración de fe:
A) Las Escrituras.
Creemos que la totalidad de la Biblia (la palabra de Dios) es inspirada, y que hombres de Dios “fueron inspirados por el Espíritu Santo”, para escribir las palabras de la Biblia, por lo tanto, en sus manuscritos originales, no contiene error (es inerrable). Dios ha preservado la Biblia en forma sobrenatural, y ésta es la única y final autoridad para la fe y para la vida, proveyendo estímulo, guía, consuelo y enseñanza para la instrucción en justicia (2a.Tim.3:16-17; 2a.Ped.1:20-21).
B) La Trinidad (Deidad).
Creemos en un solo Dios, que existe eternamente y se ha manifestado en tres personas distintas (El Padre, El Hijo y El Espíritu Santo), y cada una de las cuales es totalmente e igualmente Dios; posee toda la naturaleza y atributos divinos, y es totalmente digna de nuestra adoración y servicio (Deut.6:4; Mat. 28:19; Jn.1:14, 10:30; 2a.Cor.13:14).
C) Dios Padre.
Creemos que Dios Padre es la “Primera Persona de la Trinidad”. Dios es eterno, inmutable, todopoderoso, omnisciente, omnisapiente, omnipresente, todo amor, completamente justo y perfectamente santo, soberano, gobernador y sostenedor del universo. Él es el Padre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, y Padre de todos los creyentes (Gén.1:1; Isa.40:21-28, 43:10-13, 46:8-11; Jn.1:12-13, 5:19-21, 17:1-5; Rom.8:14-16; Efe.4:6).
D) Dios Hijo.
Creemos que Jesucristo es la “Segunda Persona de la Trinidad”, y es el eterno unigénito Hijo de Dios, quien se hizo carne para revelar a Dios al hombre, para cumplir la profecía y para ser el Salvador del mundo perdido. En el momento de su encarnación, Jesucristo no dejó de ser Dios en modo alguno, de manera que: Él es totalmente Dios; y totalmente hombre (dos naturalezas inseparablemente unidas en una sola persona) por toda la eternidad. Jesús fue concebido milagrosamente por el Espíritu Santo; nació de la virgen María; vivió una vida sin pecado; murió en la cruz como sacrificio expiatorio, suficiente, sustitutivo por todos los pecados de todos los hombres, de todas las épocas; fue sepultado; se levantó corporalmente de entre los muertos; ascendió físicamente al cielo en su cuerpo resucitado y glorificado; está sentado a la derecha del Padre, llevando a cabo su ministerio de intercesión; y volverá para tomar a su novia (la iglesia) en el aire. Y por último, retornará a la tierra corporal, personal y visiblemente, para dar fin a la rebelión del ser humano y consumar el eterno plan de Dios, mediante la ejecución del juicio y la introducción de su reinado en su “Reino Milenial”; al cual le seguirá el eterno estado de las cosas (Mat.24:44; Mar.10:45; Luc.1:30-35; Jn.1:1,14,18,29, 20:20, 3:16; Hch.1:11, 2:22-24; Rom.3:25-26, 8:34; Fil.3:20-21; Col. 2:3-9; 1a.Tes.4:13-18; 2a.Tes.2:7; Heb.1:3, 9:28, l0:5-14; 1a.Ped.2:24, 3:18; 1a.Jn.2:1; Apo.19:11, 21:1-27, 22:1-21).
E) Dios Espíritu Santo.
Creemos que el Espíritu Santo es la “Tercera Persona de la Trinidad”, quien vino al mundo el día de Pentecostés, especialmente para glorificar a Jesucristo y habilitar a los hombres, para que hicieran suya la salvación forjada por Jesucristo. El Espíritu Santo es el medio principal, tanto para traer convicción de pecado al hombre como para la regeneración de éste simultáneamente con la salvación, el Espíritu Santo imparte vida nueva, bautiza al creyente dentro del cuerpo de Cristo (su iglesia), habita en forma permanente en el creyente, y sella al creyente; asegurándolo para el día de la redención. El Espíritu Santo llena (dirige y controla) a aquellos creyentes que se someten a Él. También los capacita, los fortalece y los hace fructificar, para que vivan una vida libre del dominio del pecado. Y creemos que el Espíritu Santo imparte dones espirituales a los creyentes, con el propósito de edificar a la iglesia, de acuerdo con las enseñanzas de las Escrituras. Creemos en el bautismo en el Espíritu Santo, conocido como: “promesa, don, investidura de poder, llenura, plenitud”. Es una experiencia adicional a la salvación, que sólo puede ser recibida por los fieles creyentes de Jesucristo; y los capacita para ser testigos eficaces de Cristo, cuya evidencia inicial es el hablar en otras lenguas; experiencia que debe ser buscada por todos los creyentes (Luc.24:49; Jn.16:7-15; Hch.1:4-5, 2:4,38, 10:44-45, 19:6; Rom.8:5-13; 1a.Cor.6:19, 12:13, 13:8, 14:22; Gál.5:16-17, 22-23; Efe.1:13-14, 4:30).
F) El Hombre.
Creemos que el hombre fue creado a la imagen de Dios, que no llegó a existir como resultado de una evolución, sino que su creación fue un acto directo de la voluntad y poder de Dios. Fue creado para dar gloria (adorar y servir a Dios), así como para tener comunión con Él. La desobediencia del hombre fue la causa de que éste cayera en pecado, lo cual trajo como consecuencia, tanto la muerte física como la espiritual; por la muerte, el hombre quedó separado de Dios. La naturaleza del hombre se corrompió y está totalmente perdido (muerto en delitos y pecados), y es incapaz de salvarse a sí mismo; y sus propios méritos y esfuerzos son insuficientes, para que pueda restaurar su comunión con Dios (Gén.1:26, 2:6,17, 3:17-24; Isa.59:1-2; Luc.18:2-27; Rom.3:9-19, 23, 5:6-8; Efe.2:1-3).
G) Satanás.
Creemos que Satanás es el instigador del pecado, un ser espiritual real, y no simplemente la personificación del mal. Satanás es un ángel caído que, por el soberano consentimiento de Dios, recibió poder temporal para gobernar la tierra. Fue totalmente derrotado en la cruz, sin embargo, la ejecución de su juicio ha sido pospuesta por Dios hasta después del “Reino Milenial”, que será cuando Satanás sea lanzado eternamente al lago de fuego. Mientras tanto, él engaña al mundo y busca el establecimiento de su falso reino sobre la tierra, para desacreditar a Dios (blasfemar contra Él y para tentar, acusar, atacar y destruir a todo aquel que cree en Jesucristo). El creyente puede presentar resistencia en su contra, mediante la fe hacia Jesucristo y la dependencia en el poder del Espíritu Santo (Gén.3:1-5; Job 1:6-22, 2:1-13; Isa.14:12-17; Eze.28:11-19; 2a.Cor. 11:14; 1a.Tim.3:6-7; Stg.4:7; 1a.Ped.5:8-9; 1a.Jn.5:19; Apo.12:9, 20:1-3, 7-10).
H) La Salvación.
Creemos que la sangre derramada por Jesucristo en la cruz, provee la sola base para el perdón de pecados y obtención de la salvación, la cual es el don gratuito de Dios mediante la fe. La salvación es efectuada por la obra regeneradora del Espíritu Santo, y jamás puede ser conseguida mediante obras o méritos humanos personales. La única y sola forma cómo una persona puede apropiarse de la salvación, es poniendo su fe en la obra terminada por Cristo. El arrepentimiento es el cambio y retorno a Dios y abandono del pecado, éste forma parte y no es separado de la fe, el que cree y confía. “EL evangelio es poder de Dios, para salvación a todo aquel que cree...” Y aquellos que reciben a Jesucristo por medio de la fe son nacidos de nuevo, sus pecados les son perdonados, vienen a ser hijos de Dios, son nuevas criaturas en Jesucristo y “son sellados por el Espíritu Santo, para el día de la redención”, siendo protegidos por el poder de Dios. Creemos que en la obra expiatoria de Cristo se proveyó de salud para el creyente, y por lo tanto, consideramos que la sanidad divina forma parte fundamental del evangelio (Isa.4:5; Mat.8:16-17; Mar.16:17-26; Jn.1:12-13, 3:1-7,14-16;10:27-29; Hch.26:20; Rom.1:16, 8:14-17,31-39; 10:9-10, 14:6; Efe.1:7, 2:8,10; 2a.Cor.5:17; 1a.Ped.1:3-5).
I) La Familia.
Creemos que la familia es la primera institución humana creada por Dios, Éste la constituyó bendiciendo la unión de la primera pareja en el “Huerto del Edén”. El matrimonio civil y eclesiástico es el medio de legalizar ante Dios y los hombres, la unión sexual de un hombre y una mujer. Al tener la familia esta relevancia dada por el Señor en la Biblia, la iglesia tiene el deber de centrar su trabajo en bendecirla, ministrarle y fortalecerla, fomentando entre sus miembros los valores como: amor, respeto, comprensión, honestidad y buena comunicación con dinámicas integradoras del círculo familiar (Gén.1:28, 2:23-25; 1a.Cor.7:10; Efe.5:22-33; Tit.2:3-5; Heb.13:4; 1a.Ped.3:1-17).
J) La Vida Cristiana.
Creemos que todo aquel que cree en Cristo, debe vivir para Él y no para sí mismo; y debe, mediante el poder del Espíritu Santo, que mora en él, permitir que la vida de Cristo se manifieste a través de la suya, para la gloria de Dios. Mediante el diario desarrollo de la obediencia a la palabra de Dios, cada creyente debe madurar; y ser progresivamente más como Jesús. Descansando en el poder del Espíritu Santo, cada creyente debe vivir una vida santa, no satisfacer los deseos de la carne, practicar sus dones espirituales para el crecimiento del cuerpo de Cristo, testificar para Cristo; involucrarse personalmente en la formación de discípulos con objeto de dar cumplimiento a “La Gran Comisión”, realizar buenas obras y llevar fruto, para la gloria de Dios (Mat.28:1820; Jn.15:8,16; Hch.1:8; Rom.6:11-13; 2a.Cor.5:14-15; Gá1.2:20; Efe.2:10, 4:11-12,22-24; Col.1:10; 1a.Ped.1:15-16, 2:11, 4:10-11; 2a.Ped.2:1-7).
K) La Iglesia.
Creemos que la iglesia es el cuerpo de Cristo, de la cual Él es la cabeza y cuyos miembros son todos aquellos que verdaderamente han recibido a Cristo por medio de la fe. La iglesia local es una extensión tangible del cuerpo de Cristo en una localidad en particular. Debido a que todos los miembros del cuerpo de Cristo están unidos en Él por el mismo Espíritu, deben, por lo tanto, vivir en amor, armonía y unidad; luchar por el mismo propósito y aceptar aquellas “prácticas denominacionales”, que se basan en una sincera interpretación de la Biblia, que no tienen relación directa consubstanciales (asuntos doctrinales) y que en la práctica, no son causa de división ni constituyen un obstáculo para el ministerio. Creemos que el propósito de la iglesia es dar a conocer a Cristo a los hombres perdidos, hacer discípulos y glorificar a Dios en la tierra (Mat.28:18-20; Jn.17:1-26; 1a.Cor.12:1227; Efe.1:20-23, 4:1-4,12-16).
L) Las Ordenanzas.
Creemos que las únicas dos ordenanzas para la iglesia, reconocidas por la Escritura, son: “el bautismo por agua y la cena del Señor”. El bautismo por inmersión en el agua es un acto de obediencia que, realizándose después de la salvación, describe simbólicamente la muerte del creyente al pecado, la sepultura del viejo hombre, y la resurrección a una nueva vida. La cena del Señor celebra compañerismo y comunión con Cristo, y simbólicamente conmemora su muerte y anticipa su segunda venida (Mat.28:19; Luc.22:19-20; Hch. 10:47-48; Rom.6:3-4; 1a.Cor.11:23-28).
M) El Eterno Destino del Hombre.
Creemos que en el momento de morir, todo creyente va inmediata y conscientemente a la presencia y compañía del Señor, para esperar la resurrección física y la glorificación de su cuerpo, cuando Cristo retorne a la tierra. EI creyente entonces, gozará de la vida eterna con Dios, acompañándole, adorándole y sirviéndole por toda la eternidad (Luc.23:39-43; Jn.3:16; 1a.Cor.15:12-58; 2a.Cor.5:6; 1a.Tes.4:1318; Apc.21:1-27, 22:1-21). Creemos que en el momento de morir, todo aquél que no creyó en Cristo, queda inmediata y conscientemente separado del Señor, esperando por la resurrección física de su cuerpo destinado a Juicio, condenación y castigo eterno (Luc.16:19-31; Jn.3:18, 36; 2a.Tes.1:5-10; Apc.20:5,11-15).
N) Los Eventos Escatológicos.
Creemos que el siguiente evento profético será el arrebatamiento (rapto) de la iglesia, cuando el Señor Jesucristo regrese en el aire, para recibir en sí mismo a todos los creyentes de la era de la iglesia (Jn.14:1-3; 1a.Cor.15:51-52; Fil.3:20-21; 1a.Tes.4:13-18; Tit.2:11-14). Al arrebatamiento (rapto) de la iglesia le seguirá el período de siete (7) años de la “Gran Tribulación” como cumplimiento de (Dan.9:24-27), cuya descripción está en (Apc.6:1-17 al 19:1-21), período durante e1 cual Israel será purificado, el mundo entero probado; y la ira de Dios derramada contra el pecado (Jer.30:7; Mat.24:1-51; 1a.Tes.3:9-11; Apc.3:10). Creemos que al final de la “Gran Tribulación”, el Señor Jesucristo, en su segunda venida, regresará física y personalmente a la tierra en la misma forma como ascendió, con poder y gran gloria, para ejecutar juicio e introducir el “Reino Milenial”, durante el cual Él reinará sobre la tierra por mil (1.000) años con rectitud, justicia y paz, para que se cumpla la promesa de Dios en su pacto con Israel (Isa.11:9; Eze.37:21-28; Hch.1:8-11; Apc.19:11-21, 20:1-6). Creemos que el reinado de mil (1.000) años de Cristo en la tierra, será seguida por el juicio final de Satanás, cuando sea lanzado eternamente dentro del lago de fuego; por el “Juicio del Gran Trono Blanco” y la resurrección corporal de aquellos que no creyeron en Cristo; en la creación de cielos nuevos y tierra nueva; y por el eterno estado de las cosas (2a.Ped.3:1-14; Apc.20:1-15 al 22:1-21).